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Como dice Udias (20), la Medicina se encuentra entre las ciencias de la

Naturaleza y las Humanidades, pero sin que perdamos de vista su carácter

de servicio antes referido.

Competencia y humanidad del médico:

El médico podrá proporcionar la ayuda que el paciente precisa en

relación con su salud si es capaz de actualizar constantemente su

formación científica y su capacidad de crear una relación de persona a

persona, capaz de generar confianza.

El buen médico es el que ejerce a través de su competencia cultivada

día a día, pero generando a la vez confianza en su relación personal con el

paciente y su familia.

Ejemplo reciente entre otros muchos es para nosotros Gregorio

Marañón. Su quehacer médico se fundamentó siempre en las bases

científicas de su época. El mismo adelantó hipótesis de las que más

adelante se vería su validez como las relacionadas con el síndrome

metabólico o bien fue capaz de sintetizar conocimientos médicos en obras

de gran utilidad como su “Diagnóstico Etiológico”.

Por su sabiduría y la vez por su perfil humano era capaz de inspirar

confianza en la Medicina, ya no solo entre sus pacientes, sino en el

conjunto de la sociedad española. Era en su época proverbial la bondad

del doctor Marañón hasta el extremo de que su amigo el doctor Arteta

tuvo que recriminarle en cierta ocasión diciéndole: “¡es que es usted tan

bueno que ya no puede ser peor…!”(21).

Paracelso creo que sintetiza bien esa forma de ejercicio médico

iluminado por la racionalidad propia del conocimiento científico e

impregnado a la vez de la idea de entrega personal que suscita el amor

hacia el enfermo. Dice Paracelso que “el médico crece en el corazón

procede de lo divino es luz natural, pero el recurso más valioso de su arte

de curar es el amor” (22). Es decir que su visión del médico como “luz

natural” alude al estudio de la Naturaleza, a conocer y utilizar

científicamente lo que en la Naturaleza podamos descubrir; pero a la vez

reconoce que en el arte de curar es el amor el recurso más valioso.