necesarios para permitir que el paciente pueda expresarse; otras veces el
silencio es de asentimiento; otras en fín el silencio junto al paciente
puede servir para expresar que estamos entendiendo un dolor intenso
ante el cual no hay palabras adecuadas.
Para ejercer nuestra función de escuchar al enfermo en cama
recomienda el Doctor H. van den Berg (11) que nos sentemos a la
cabecera del enfermo, con lo que nos ponemos a su nivel, incluso
físicamente. Evitamos así dice van den Berg la posición de superioridad del
que permanece de pié, con respecto al paciente que no puede levantarse.
Además al sentarnos a la cabecera facilitamos el poder oir al paciente sin
necesidad de que él tenga que forzar la voz. No parece recomendable
sentarse en la misma cama del enfermo, pues ésta es su espacio personal,
salvo que él expresamente nos lo indique.
La comprensión a la que antes me refería nos lleva a cultivar la empatía
para ponernos en el lugar del otro (del enfermo) y comprender su
situación, como aconsejan Peitchinis (12) y Carkhufff (13); pero cuidando
además de que nuestro paciente perciba que le estamos comprendiendo.
Comunicar es otra de las actitudes necesarias en nuestro quehacer
médico. Requiere el momento oportuno, el lugar adecuado, la veracidad,
la claridad, pero a la vez la suavidad y la cantidad o “dosis de información”
que cada enfermo demande. Es preciso que también sepamos respetar el
derecho de cada uno a recibir la información que precise e incluso a no
recibir información.
Proporcionar información no es solamente citar de vez en cuando al
enfermo para dar alguna explicación, sino que debe formar parte de
nuestra atención habitual y siempre desde luego antes de cualquier
procedimiento que pueda ser desconocido para el paciente. Recuerdo que
trabajando en el servicio de medicina intensiva el radiólogo se acercó con
su aparato portátil a hacer una placa a un paciente recién ingresado. El
radiólogo nos avisó en voz alta: ¡Que disparo! Todos nos apartamos. Pude
ver en la cara del enfermo una expresión de miedo ante ese anuncio de
disparo y ante la comprobación de que todos nos alejábamos, excepto él