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b) La relación que hoy tienen médico y paciente con su sistema de salud

no favorece la confianza, pues se precisa para que el sistema funcione, su

correspondiente sistema financiero y organizativo, lo que genera una

burocratización, a veces excesiva. Todo ello puede hacer que el paciente

vea a su médico implicado en el sistema y su confianza se limita.

A estas dos causas podrían añadirse algunas consecuencias del

desarrollo científico-técnico tan eficiente hoy y bien fundamentado. La

admiración creciente hacia unas técnicas que progresan de forma

espectacular, puede hacer que se reduzca la confianza en cada médico en

concreto. Ocurre también que la información recogida en Internet por el

paciente puede no coincidir con la de su médico (o cree el paciente que no

hay coincidencia) y se crea desconfianza… En fin, el desarrollo técnico nos

ha traído excelentes avances médicos, pero es preciso integrarlo

adecuadamente en la relación con el paciente.

Recuperar la confianza:

Tengamos en cuenta que existe habitualmente una confianza, que se

ha llamado “apriorística” en la Medicina y en el médico, basada en su

competencia y en su inequívoca actitud de ayuda al enfermo

Pero además esa confianza se consigue a través del acto médico. La

entrevista (contando con los conocimientos médicos, pero centrada

también en lo que interesa al enfermo), la exploración, el estudio de

diagnóstico y tratamiento, haciendo partícipe al paciente de las decisiones

que vayamos a tomar sobre su salud, contribuirán al imprescindible clima

de confianza. Nuestras actitudes en toda esta realización deben ser:

Escuchar

Comprender

Comunicar

Mostrar disponibilidad.

No es preciso insistir sobre el valor capital de la escucha en el curso de

la entrevista. La actitud de una escucha activa aumenta la confianza del

enfermo. Dicha actitud implica administrar los silencios. Estos son