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profesionales no están movidos por un sincero compromiso enraizado en la ética

personal, todo será papel mojado o, incluso, peor; se puede volver en contra de

los pacientes en forma de medicina defensiva”.

Para él, la evidencia científica y las norma legales, son “indudables banderas del

progreso médico y social”, pero consideró que, por si solas, son insuficientes

para alcanzar la auténtica calidad asistencial que el paciente necesita. “Hace falta

desplegar la dimensión ética cuyo motor será el compromiso personal de los

profesionales”, añadió.

La discreción en el manejo de la información confidencial, el respeto hacia las

preferencias del paciente, el esfuerzo en el deber del estudio y actualización

permanente o la delicadeza en el trato humano de la relación clínica son rasgos

que señaló como ejemplos característicos del buen comportamiento profesional

que, sin embargo, serían difícilmente exigibles sólo por la vía legal en el día a

día, aunque se pudiera sancionar a quien cometa fallos muy graves.

Señaló que del médico se espera un elevado nivel de exigencia moral, más allá

de lo que dictan las leyes, y puso como ejemplo algunos deberes deontológicos

recogidos en el Código de Deontología Médica como que un médico “no debe

criticar a otro” delante de un paciente cuya asistencia comparten o que “no es

aceptable” pedir pruebas molestas o de alto coste para un paciente, con la única

finalidad de protegerse legalmente.

Para él, la trascendencia que tiene la atención sanitaria en la sociedad obliga a

reflexionar sobre el tipo de regulación que resulta más conveniente para el

comportamiento de los profesionales que ejercen la medicina y, tras señalar

diversas alternativas, abogó por el “profesionalismo”, por el que el profesional

se compromete públicamente a un nivel de exigencia ética superior a la ley, a

modo de contrato social de la profesión médica y de manera más específica con

el Código de Deontología, sobre el cual tendría capacidad disciplinar el

correspondiente Colegio profesional, por una concesión de autorregulación

profesional que la corporación colegial recibe del Estado.

Aludió a la definición del profesionalismo médico como “conjunto de principios

éticos y deontológicos, valores y conductas que sustentan el compromiso de los

profesionales de la medicina con el servicio a los ciudadanos, que evolucionan

con los cambios sociales, y que avalan la confianza que la población tiene en los

médicos”.

Insistió en que “no es suficiente cumplir la Ley para ser un buen médico” y en

que la adhesión a un Código de Deontología supone un compromiso mayor del

que exige la legislación y dijo que “este modelo está supeditado a que los

colegios profesionales cumplan su función social ejerciendo la vigilancia

deontológica con rigor y credibilidad”, es decir, que “ejerzan el liderazgo de la

Ética Médica”.