afecte a su salud. La teoría moderna del consentimiento informado ha supuesto un cambio radical en las relaciones médico- paciente. Durante siglos, la relación ha sido vertical y paternalista, en la que el médico ejercía de padre o tutor sin tener en cuenta la voluntad del paciente. En la actualidad, es un derecho a la libertad personal, a decidir por sí mismo en lo referente a la propia persona. No por estar enfermo se deja de ser ciudadano. Para el Tribunal Constitucional, el CI constituye un derecho humano fundamental que forma parte de los derechos constitucionales a la vida, integridad física, libertad de conciencia, la dignidad de la persona. Si hacemos autocrítica, no solemos ser conscientes de su importancia y trascendencia. Nos resulta extraño que un procedimiento en apariencia simple (informar y obtener una firma), pueda guardar relación con conceptos tan complejos como los derechos humanos, la libertad o la dignidad de la persona. Solemos desconocer la fuerte fundamentación ética, filosófica y legal en que se apoya. El Derecho, en este aspecto nos lleva mucha ventaja con predominio de posiciones no muy amables o empáticas con nuestra profesión por la mayoría de los expertos en la materia, que hacen una crítica al modelo paternalista, lógica y razonable, pero con un desconocimiento de cómo son en la actualidad las relaciones con los pacientes. Hablan y escriben como si el modelo paternalista fuera todavía en la actualidad el dominante, nada más lejos de la realidad. En general, el paciente conoce bien sus derechos, con independencia de su nivel de formación, y los exige. Nuestro ejercicio diario es con frecuencia dificultoso por este alto nivel reivindicativo, que en muchas ocasiones somos incapaces de satisfacer. La mayoría de los procesos clínicos necesitan tiempo para diagnosticar, ver la evolución, curar cuando sea posible o aliviar cuando no lo sea. La sociedad de hoy no tiene ese tiempo, exige soluciones rápidas, milagrosas y, con frecuencia, nos hacen culpables cuando los resultados no son los deseados; o de las injustificables listas de espera médicas y quirúrgicas, cuando después de los ciudadanos somos los que más las sufrimos; o también de lo que nunca va a tener solución, la enfermedad y la muerte. En la actualidad, la mayoría de las sentencias condenatorias no son por negligencias médicas, materia en la que estamos cada vez mejor formados, asesorados y representados, si no por falta de información. No va a producirse vuelta atrás en este camino, si no todo lo contrario. Aunque en los últimos años se ha avanzado en ese terreno con importantes aportaciones por la misma OMC, la concepción dominante en la actualidad proviene del campo del Derecho y la Bioética y está muy bien argumentada, trabajada y fundamentada. Aunque parte a mi juicio de un ejercicio de la medicina que no se corresponde con la realidad. Y con notables excepciones, sus valoraciones y opiniones sobre nuestra profesión no son muy favorables. MIR RESPONSABILIDAD DE RESIDENTES EN CIENCIAS DE LA SALUD, TUTORES Y ESPECIALISTAS 121
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