V Convención de la Profesión Médica

V Convención de la Profesión Médica inapelables, e imbuirnos de una cultura de evaluación y optimización constante de los resultados que permita demostrar objetivamente a la sociedad –y a los gestores– la relevancia que hoy, tanto o más que ayer, sigue teniendo la Medicina y quienes ejercemos la profesión más bella que existe. Tal vez los condicionantes económicos impidan que la Medicina vuelva a ser una profesión liberal como lo fue antaño; no es probable que en un futuro cercano la mayoría de los médicos pueda volver a fijar unilateralmente sus honorarios ni fijar sus condiciones de trabajo. Tampoco que desaparezcan las aseguradoras públicas o privadas, que hacen accesible a los pacientes unos tratamientos que de otro modo jamás podrían pagar, pero si la tendencia es inevitable y resulta necesario optimizar cualquier aspecto de la asistencia sanitaria, es mejor que los médicos lideremos el proceso en vez de ser sus víctimas reticentes y quejumbrosas; es nuestra responsabilidad para con nuestros pacientes y para con nuestra vocación, y constituye un deber por dignidad profesional y personal. Nadie está tan capacitado como un médico informado y riguroso para asegurar que la racionalización del gasto sanitario se hace correctamente, sin perjudicar a los pacientes, con un fundamento científico sólido y sin que paguen justos por pecadores. Siempre será mejor para todos que asumamos esa responsabilidad en vez de cederla a políticos, empresarios, funcionarios o sindicalistas, a los que puede resultar más tentador anteponer sus prioridades y alcanzar sus objetivos personales a corto plazo de cualquier manera, incluso en detrimento de los enfermos, en vez de trabajar rigurosamente a largo plazo para optimizar sistemáticamente la eficiencia de los recursos sanitarios. A diferencia de ellos, un médico nunca puede olvidar que, más allá de su propia comodidad o beneficio, es el paciente y su interés quien debe ser el centro y objetivo de toda actividad sanitaria.

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