V Convención de la Profesión Médica

V Convención de la Profesión Médica o no aplicar las tecnologías más eficientes (o sea, que obtienen los mismos o mejores resultados con costes menores). Eso significa que el gasto sanitario podría reducirse un 30% no solo no empeorando los resultados clínicos, sino probablemente mejorándolos. Y reducir ese despilfarro también permitiría disponer de más recursos para mejores fines. Así, en un mundo racional y honesto, los esfuerzos para contener el gasto sanitario se centrarían en medidas tales como eliminar redundancias e ineficiencias organizativas, dejar de pagar las tecnologías inútiles o clínicamente contraproducentes, implantar las innovaciones que mejoran la eficiencia, impedir que la industria fomentara la sobreutilización injustificada de sus productos o atemperar los márgenes abusivos de beneficio de los nuevos productos sanitarios, por ejemplo, fijando sus precios en función de los resultados que obtienen en la realidad. Y, eventualmente, también en establecer mecanismos retributivos meritocráticos, que alinearan los intereses de los pacientes, los médicos y los sistemas sanitarios. Sin embargo, y especialmente en un contexto en el que hay médicos más que suficientes, para un decisor o gestor sanitario es más fácil, rápido y personalmente rentable endurecer las condiciones del estamento más débil, encontrando médicos dispuestos a trabajar por un sueldo más bajo y mostrarse acomodaticio con la industria, que es mucho más poderosa e influyente (y, además, puede brindarle acceso a la puerta giratoria). Y si en el ámbito público a eso se le suma la creciente politización de las decisiones, la ineficiencia y lentitud de la Administración, la ausencia de un sistema justo y eficaz de incentivos y desincentivos y la atomización que han conllevado las Autonomías, las posibilidades de que la situación mejore espontáneamente son escasas.

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