V Convención de la Profesión Médica

V Convención de la Profesión Médica tratamientos oncológicos arruinaría en solo unos meses a más del 99% de la población. Eso ha hecho indispensable desarrollar fórmulas de aseguramiento mediante las que los costes de la asistencia sanitaria se cubren con aportaciones de los sanos, ya sea a través de impuestos (en la sanidad pública) o de primas (en la privada). La sostenibilidad de ese sistema depende de que la cuantía de los ingresos sea superior a la de los gastos sanitarios. Los primeros varían según la coyuntura económica, pero los segundos crecen siempre y lo hacen a un ritmo desaforado; en España, cada año lo suelen hacer entre dos y tres veces más que la inflación. En Estados Unidos, en 1975 representaban el 8,5% del PIB, ahora más del 19% y se prevé que en 2025 superen el 25%. Ninguna economía puede permitirse esas magnitudes de gasto ni ese ritmo de crecimiento, por lo que la presión para reducir el gasto sanitario, o como mínimo contenerlo, es constante. El principal motivo del aumento del gasto sanitario no es que la población crezca o envejezca (lo que causa menos del 11% de ese incremento) ni, desde luego, el aumento de los sueldos de los médicos (que, de hecho, en términos relativos disminuyen). El principal motivo, que explica más del 50% de ese incremento, es la incorporación de nuevas tecnologías desarrolladas por la industria sanitaria. Eso es aceptable para la sociedad siempre y cuando ese mayor gasto conlleve una mejoría de los resultados clínicos, pero no siempre es así. Por ejemplo, el incremento del 65% en el coste del tratamiento de la lumbalgia entre 1998 y 2005 no se tradujo en una mejoría de los resultados, que de hecho empeoraron. Se estima que aproximadamente un 30% del gasto sanitario se debe actualmente al uso inapropiado de tecnologías sanitarias, es decir, usar tecnologías intrínsecamente inútiles o perjudiciales, prescribir tecnologías eficaces en casos en los que no están indicadas,

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