VALORES DEL MÉDICO 2021
29 NÚRIA TERRIBAS I SALA Sin embargo, si realmente se integra el valor del respeto a la autonomía del paciente en la profesión, en cuanto a deber ético más allá de deber legal, su contenido va mucho más allá de la hoja informatiYa y firma del consentimiento sin más. La autonomía del paciente en la profesión va mucho más allá de la hoja inIRUPDWiYD \ ʾUPD GeO cRnVenWiPienWR Autonomía etimológicamente significa darse a uno mismo la norma o pauta de conducta – ȊDXWµQRPRV ’–. Las personas alcanzamos esa capacidad conforme vamos desarrollando nuestra propia madurez moral e intelectual. Una parte de ese desarrollo viene determinada por la edad y la evolución del sujeto, factores que ya han analizado extensamente las teorías de la psicología evolutiva, y que con criterios generales se alcanza a una determinada edad, variable en función del sujeto; pero también son elementos esenciales en ese desarrollo la biografía personal y lo YiYido, lo que configura los Yalores Yitales del sujeto, lo que llamamos ‘historia de vida’ y que sin duda conforma el sustrato más básico a partir del cual cada persona construye su propia autonomía. Esa autonomía, que parte de la libertad de elección, lo que cada uno escoge pensando que es bueno para él, no está exenta de condicionantes. Por un lado, la vulnerabilidad del que se sabe enfermo o necesitado de ayuda por razón de salud –aunque sea en el ámbito preventivo–, y al que le falta un elemento esencial para ejercer de forma auténtica su autonomía: la información. Sin información no puede haber aceptación o rechazo consciente de algo (propuesta terapéutica o diagnóstica) que afecta tan íntimamente a algo como el propio cuerpo o la integridad física. Existe, pues, un deber inicial e insoslayable del médico de informar al paciente para facilitar el ejercicio de esa autonomía. < esa información debe ser adecuada al interlocutor, entendible y veraz sin generar falsas expectativas. Esos atributos no los garantiza un papel escrito, como suele ser el consentimiento informado, en el que no hay interlocutor a quien interpelar, a quien consultar la duda o ante quien mostrar temor a lo desconocido o que conlleva riesgo. Ése es el auténtico papel del médico ante su paciente, a quien debe acompañar en el ejercicio de su autonomía, sin imponer, sin usurpar su papel decisor, pero estando a su lado compartiendo ese proceso. Por eso en el contexto actual de la práctica médica hablamos de ‘decisiones compartidas’ o, mejor aún, deberíamos hablar de ‘decisiones acompañadas’, dado que la decisión debe ser del paciente, pero con el acompañamiento profesional si así lo necesita. En el contexto actual de la práctica médica hablamos de ‘decisiones compartidas’ o mejor aún deberíamos hablar de ‘decisiones acompañadas’ Este cambio de paradigma no es todavía una realidad generalizada en nuestro modelo de relación clínica y, aunque llevamos décadas desde la bioética trabajando para ello, la inercia de generaciones de médicos que se han formado y han vivido el modelo paternalista pesa aún
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